Han pasado 40 años desde que los últimos humanos visitaron la superficie lunar durante la misión Apollo XVII en diciembre de 1972.
De hecho, el último aterrizaje controlado sobre la Luna fue apenas cuatro años más tarde, cuando la misión soviética de retorno de muestras, Luna XXIV, alunizó en julio de 1976.
Desde entonces, nada (aunque en los últimos años tanto Estados Unidos como la India han estrellado sondas sobre la superficie lunar)
Por lo que ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que fuimos a la superficie lunar, dicen Ian Crawford del Birkbeck College en Londres y algunos colegas. Hoy esbozan las razones sobre por qué deberíamos volver y dicen que son más convincentes que nunca.
Para empezar, la Luna es un buen lugar donde aprender sobre la Tierra. A lo largo de su historia, nuestra planeta ha sufrido el impacto de una multitud de asteroides y cometas que expulsaron incontables miles de millones de rocas terrestres al espacio. Parte de este material habrá aterrizado en la Luna, donde casi con toda seguridad aún estará todavía, prístino e intacto.
Según algunas estimaciones podría haber hasta 200 kilogramos de la Tierra por kilómetro cuadrado lunar. Esto significa que es el mejor lugar para estudiar las rocas de la joven Tierra, su composición química y, tal vez, incluso el cóctel prebiótico que llevó al origen de la vida aún esté sobre la superficie de la Luna.
Luego está el argumento de que la Luna es el único lugar donde es posible realizar ciertas observaciones astronómicas. Los astrónomos han estudiado el universo en todo el espectro electromagnético, pero hay un pequeño rincón del arco iris que aún es inaccesible a los instrumentos situados en la Tierra – las ondas de radio de frecuencia ultra-baja.
Por debajo de aproximadamente los 30 MHz, la ionosfera hace un buen trabajo de absorción o reflexión de más o menos todo lo que el universo nos envía. Por consiguiente, el cosmos está esencialmente sin cartografiar a esas frecuencias.
El lado oculto de la Luna, por otra parte, es el lugar perfecto sin ondas de radio para observarlas. Crawford y compañía sugieren empezar con unas pocas antenas y, lentamente, añadir más al conjunto para crear un radiotelescopio de cientos o miles de kilómetros de diámetro.
Y debería haber muchas cosas por ver. Estas frecuencias estudian la edad oscura – el periodo de varios millones de años tras el Big Bang pero anterior a la formación de las primeras estrellas y galaxias. “Básicamente sólo pueden observarse a través de las emisiones de radio del hidrógeno atómico desplazado al rojo varias decenas de Mhz”, dicen Crawford y compañía.
Además de estos objetivos, están los conocidos argumentos sobre una mejor comprensión de la propia Luna y de los recursos que puede tener para exploraciones futuras, tales como agua u otros elementos volátiles.
Sin embargo, Crawford y sus colegas se mueven en un terreno menos firme cuando defienden una renovada presencia humana. Dicen que el estudio humano de la Luna daría una importante visión sobre los efectos de la baja gravedad en la salud humana.
Tal vez. Un argumento similar se ofrece a menudo sobre los humanos en la Estación Espacial Internacional pero este trabajo ha generado poco, si es que algo, de beneficio para el resto de nosotros. (De hecho, la presencia de humanos es lo que hace de la Estación Espacial Internacional un lugar muy poco adecuado para los experimentos de microgravedad y observaciones astronómicas).
Crawford y compañía también defienden que la presencia de humanos aceleraría los procesos de toma de decisiones, permitiendo actividades de investigación que serían imposibles de llevar a cabo de otro modo.
Esto parece improbable. Los gastos adicionales operativos y burocráticos que requiere la presencia humana harían que casi cualquier actividad fuese algo increíblemente complejo, imposible de gestionar y muy caro.
Crawford y sus colegas parecen no tener en cuenta que el extraordinario progreso hecho en robótica hará que el trabajo automatizado en la superficie de la Luna, y en cualquier otro lugar, sea órdenes de magnitud más productivo y rentable que el esfuerzo humano.
Habiendo dicho todo esto, la cuestión es cuándo puede retornar una misión robótica. La respuesta es que no será pronto. Hay numerosas propuestas en perspectiva e incluso una Estrategia de Exploración Global que firmaron las agencias espaciales de todo el mundo en 2007.
Sin embargo, los planes firmes son pocos y remotos. Con Europa en crisis económica, la NASA deslizándose hacia la oscuridad y la agencia espacial rusa lamiendo sus heridas después de su reciente pérdida de una misión a Marte, no es difícil imaginar que pasarán otros 40 años hasta que volvamos a la superficie lunar.
A menos, desde luego, que alguna de los países emergentes o empresas privadas decidan abordar esta tarea. ¿Richard Branson contra Elon Musk contra China en una carrera a la Luna? Sólo es una idea.
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